jueves, 19 de febrero de 2015

Capítulo 10, 11 y 12 : No es Casualidad

Capítulo 10:

Andrés se sentó junto a mí, estaba enfadado, su mirada me lo decía, sus nudillos estaban ensangrentados:
-Nicholas es un idiota, se merecía el golpe que le di, me dijo y se limpió la sangre con un pañuelo.
-¿Por qué lo golpeaste?, pregunté asustada, le quité el pañuelo y saqué una botella de desinfectante que tenía en la maleta, agregué un poco y lo apreté en su mano, hizo un gesto de dolor, pero debía desinfectar su herida. Andrés no me respondía.
-Responde Andrés, por qué lo golpeaste
-Porque me dijo que, ibas a morir, que si sigues con ese fuerte medicamento que te dan morirás, que todo esto es un complot, para hacer a los chicos más enfermos y así mantenerlos más tiempo en el lugar, me dijo que morirás, tarde o temprano y que yo viviré con la angustia de no haber hecho nada, pero…, lo interrumpí poniendo mi cara en su pecho, empecé a llorar, Andrés me abrazó y permanecimos así por un tiempo.

Capítulo 11:

Decidimos no volver a la escuela, así que mientras mis padres me dejaban en la puerta de aquella casa antigua. No entraba a ella y fijando que nadie me vea, salía corriendo colina arriba hasta un parque abandonado, donde Andrés me esperaba. Correr me dejaba sin aliento, pero no quería regresar, no quería sentirme así otra vez.
Queríamos averiguar, si realmente, lo que decía Nicholas era verdad. Lo que importaba ahora era que, si él tenía razón, habíamos escapado de aquella estúpida conspiración. Había intentado hablar con mis padres pero su respuesta al problema me dejó en claro que no me creían:
-Samantha, no es que no te creemos, pero creo que exageras un poco, sabemos que no te gusta ir, pero ponle ganas, querida.
-No soy yo la que dice eso papá, en la enfermería hay chicos que frecuentan cada vez más, empeoran mucho y la medicina, creo que esa medicina extraña que me inyectaban me estaba provocando más ataques, quizá es alguna clase de veneno
-Samantha, para, no creo que una institución tan privilegiada como esa pueda hacer ese tipo de cosas.
-Está bien como sea…
Andrés estaba furioso, no entendía por qué no nos creían cuando avisábamos a alguien más, desde que ya no íbamos a la escuela, mis ataques volvieron a la normalidad y dejé de sentirme tan débil, regresé a mi color natural de piel. Así que decidimos nunca más volver, hasta saberlo todo.

Capítulo 12:

Andrés me llevaba a casa al atardecer, para que mis padres no sospechen que no estaba yendo a la escuela, había conseguido una motocicleta muy barata en un lugar de segunda mano, así que ya no debíamos caminar colina arriba, simplemente íbamos a donde se nos antojaba.
Pero un día, mis padres estaban esperando en la puerta, tenían una dura expresión en la cara, salté fuera de la motocicleta e hice que Andrés espere un momento.
-¿Cómo pudiste mentirnos de esa manera Samantha?, me dijo mi papá con lágrimas en los ojos, me tomó de un brazo muy fuerte.
-Me estás lastimando papá, suéltame
-Cómo quieres que te soltemos, si ahora ya ni vas a la escuela
-Cómo saben eso
- Llamaron a preguntar si estabas bien, porque no has ido a la escuela en un mes
-Mamá, no he ido y me siento muchísimo mejor, ¿no crees que es una señal?
-Tonterías, lo que quieres es escaparte con ese mocoso, que parece estar siendo una mala influencia y hemos tomado una decisión, te meteremos en el internado del lugar, allí estarás hasta notar que hayas mejorado, tu actitud, nos está haciendo daño Samantha.
¿Internado? ¿Me encerrarían allí hasta que me maten? La bocina de la motocicleta sonó, Andrés me hizo una seña, caminé despacio:
-¿Qué haces Samantha?
No dije nada, mi respiración estaba muy agitada, Andrés me susurró que suba despacio a la moto. Así lo hice y la moto arrancó y dejó atrás todo lo que tenía.
Mis papás gritaban con mucha desesperación que volviera, pero no di marcha atrás y pedí a Andrés que acelerará.
Avanzamos por muchísimo tiempo, tanto que oscureció y la luz de la luna era lo único que nos alumbraba.
-No debimos hacer esto, tus papás nunca más me van a dejar estar contigo, ¿sabes lo que me hará tu padre si nos encuentra?, me dijo Andrés estacionando la moto cerca de una pequeña casa..
-Hemos llegado muy lejos como para volver, le dije, tenía sueño, pero no sabía dónde estábamos.
-Podemos dormir aquí Samantha, me explicó, estaba cansada así que no me cuestioné y entramos a la pequeña casa. Escuchaba el maullido de muchos gatos, ahora podía saber dónde estábamos.
-Bienvenido Andrés, que bueno verte aquí, aunque es tarde, debes estar cansado, dijo una mujer ya anciana que salió al recibidor. Andrés la abrazó y pidió que nos diera un techo por algunos días. La mujer aceptó simpáticamente y nos dio un cuarto, en el cual había una cama y un sofá.
-Podríamos turnarnos Andrés, un día tú, un día yo, le dije, pero sonrió.
-Yo tengo mi propio cuarto aquí, porque yo vivo aquí, me respondió, me sorprendí, era extraño que un chico viva con tantos ancianos y gatos, creí que sólo los cuidaba.
-Así que tu hermana debe estar por aquí, me muero por conocerla, le dije algo emocionada. Andrés me miró algo desconcertado y suspiró.

-Yo también me muero por verla pero, no la he visto en varios años, varios, me respondió en un tono muy triste y continuó, -mi hermana se había quedado en casa, mira era pequeña y no entendía bien lo que pasaba, una niña de diez años no comprende qué pasa a su alrededor, así que yo regresaba de la tienda comprando algunos dulces para ella, pero ya no estaba, mi papá se la había llevado, quizá para hacerme sentir miserable, no lo sé y no pude avisar a la policía porque, después de todo era su papá, no la he visto en cuatro años, de seguro ni me recuerda. 

martes, 25 de noviembre de 2014

Capítulo 9: No es casualidad

Pasaron  semanas, quizá un mes o dos, todo iba bien en el colegio y nuestro lazo de amistad entre Andrés y yo era cada vez más fuerte. Pero, mis nervios estaban a punto de explotar, estaban muy sensibles y me daban ataques con frecuencia, muchos ataques de pánico me estaban haciendo cada vez más débiles. Empecé a pasar mucho tiempo en la enfermería, me daban tranquilizantes y despertaba una o dos horas después. Los fuertes medicamentos que me administraban me estaban comiendo por dentro, cada vez estaba más delgada y mi piel ya no estaba volviendo al color natural, estaba pálida.
Estaba acostada en la camilla de la enfermería, cuando entró alguien inesperado, sangraba mucho por la nariz y lloraba de la desesperación, era Nicholas, lo sentaron en la camilla junto a mí, pero no dejaba de gritar y pedir que no le den ningún medicamento extraño, decía que sabía que todos estos tranquilizantes nos hacían daño, que me estaban perjudicando, que querían matarme. Las enfermeras le inyectaron un líquido en el brazo y Nicholas quedó completamente dormido al instante.
-¿Por qué sangraba por la nariz?, pregunté sorprendida, parecía que le habían dado un golpe y lo habían hecho.
-Alguien lo golpeó en la nariz muy fuerte, estaba diciendo cosas incoherentes, ya sabes, me explicó la enfermera con una risita estúpida.
-Pero, por qué estaba diciendo que los medicamentos me están matando
-Vamos Sami, tu sabes que sólo hacemos lo mejor para ti, sabes qué, ya puedes irte, me dijo la enfermera y me descobijó.
-Pero, aún no estoy del todo bien.
-Vamos niña, no seas exagerada y largo de aquí, ya no te quiero ver más, me sacó de la camilla y me pidió que me retirase, pero seguía débil, no entendía por qué, ella estaba bastante nerviosa.
Salí despacio de la enfermería y me senté en el sillón de espera. Estaba confundida y también preocupada, si Nicholas tenía razón, ¿por qué me estaban suministrando medicina para hacerme daño?

Capítulo 8: No Es Casualidad


Nos mantuvimos en silencio, hasta que él lo rompió diciendo:
-En qué estabas pensando cuando saliste así, sin nada de tu casa
-No lo sé, ¿por qué quieres saberlo?
-Samantha, estás afuera en el frío a quizá kilómetros de tu casa, claro que me da curiosidad
El termómetro marcaba tres grados, estaba frío, muy frío.
-Sé que hace frío, mis papás se van a poner como locos si no llego en una hora
-Bien, tenemos tiempo para hablar… por qué estabas ahí afuera
-Es estúpido Andrés, le dije, y me tomó de la barbilla
-No digas tonterías, nada de lo que tú o yo o tu madre o el vecino es estúpido, tiene una razón de ser y fin
-Sé que tengo recuerdos que mi cerebro o quizá mi ser interior no quiere que los recuerde, pero me están matando, por alguna razón debo estar enferma y no puedo evitar pensar en ello, quiero tener una razón pero no la encuentro, quiero saber qué me pasó, por qué soy como soy, por qué mi madre se culpa a veces que no lo ha hecho bien, que no me cuidó cómo debía, ¿ves?, son tonterías.
-Tienes miedo, todos lo tenemos, todos tenemos miedo a recordar algo que hicimos mal en el pasado o algo que nos hizo sentir terriblemente débiles o desprotegidos, pero de seguro, si quieres alguna respuesta, la encontrarás. A veces, yo también tengo miedo.
-¿Miedo a qué?
-Miedo a saber que tuve un pasado, miedo a saber que estoy viviendo un presente y miedo a saber qué me depara el futuro.
-Andrés, eres un chico brillante, no puedo creer que tus padres…
-La vida depende sólo de ti mismo, no de los que están a tu alrededor, así que mis padres no hacen ningún cambio en mi vida, pero los tuyos sí y deben estar preocupados.
-Es verdad, deben estar dementes, dejamos de hablar un momento, le di la dirección y llegamos a casa.
-Llegamos, es aquí, dije y estacionó el auto, gracias por estar ahí cuando lo necesitaba
-No digas cosas cursis, simplemente fue coincidencia, una grata coincidencia, me dijo, sonreí e intenté darle un beso en la mejilla.
-Samantha, antes de que te vayas, me dijo he hizo que frenara mi beso en su mejilla y regrese a donde estaba.
-Quiero que sepas que tengo un miedo en particular ahora mismo que debo compartirlo contigo
-Me puedes decir si quieres

-Tengo miedo a… enamorarme de ti, me quedé sin respiración y salí rápido del auto. Cuando iba a entrar a mi casa, la bocina del auto hizo que botar las llaves y regresar a ver. Andrés se rio al notar que estaba muy nerviosa y se despidió con la mano, el carro arrancó y salió de mi vista. 

sábado, 30 de agosto de 2014

Capítulo 6 y 7| No es Casualidad

 6

         Desperté en la enfermería, de seguro un par de minutos después. Andrés estaba sentado allí. Cuando me vio despertar trazó una pequeña sonrisa en su cara y suspiró aliviado.
         -No asustes así a tu amigo, creí que habías muerto, no es divertido.
         -Es la primera vez que alguien aparte de mis papás se preocupa por mí, gracias.
-Vamos, eso no es verdad, de seguro tienes a millones de chicos detrás de ti y muchas amigas a las cuales compartir muchas cosas, ¿no?
-No
-Bueno, entonces dame el honor de ser tu amigo incondicional, te mereces algo mejor que yo, pero… haré lo posible
-¿Algo mejor? Nadie me ha hecho sentir como tú lo haces, no he estado tan feliz desde que tengo memoria.
-Me alegra
-A mí también
Andrés se paró y se fue, sin decir nada, pero sus ojos no se despegaron de mí hasta que salió por la puerta.

 7

Me permitieron volver a clases pero decidí llamar a mis padres para que me recojan antes, ya que me sentía un poco débil y no tenía ganas de seguir allí.
Mi papá llegó pronto, manejó varias calles sin hablar, pero después de un momento me dijo muy preocupado:
-Esto no es algo normal Samantha, no siento que el único problema que tengas sea ansiedad, ya no sé qué pensar, tus desmayos frecuentes, pueden hacer que tu cerebro ya no tenga oxigenación, ¿sabes lo grave que puede ser verdad?.
No dije nada, si algo más me pasaba, ¿por qué lo hacía?, no recordaba cuando empecé con mis ataques de pánico y ansiedad, nunca me había puesto a pensar en que, quizá, tenía algo más, algún recuerdo que hacía que mi cerebro entre en pánico, así no lo recuerde bien, ¿qué había pasado en mí cuando era menor?, ¿por qué todo esto me estaba destruyendo por dentro?, acaso, ¿mi vida no era como la de ahora? Existían vagos recuerdos de mi infancia, como si por alguna razón, los hubiera bloqueado de mi memoria.
-Sam
-¿Qué?
-Querías un gato ¿no es verdad?
-Es una tontería papá, no me hagas caso
-Bueno, ya hemos llegado.
Salí del auto pronto y me preparé un sánduche con mucho queso y jamón, tenía mucha hambre. Recibí un mensaje, era de Andrés.
*Espero estés mejor Samantha, yo creí que podía verte después del colegio, pero parece que te fuiste temprano*
No respondí, no quería hablar con nadie. Salí a caminar un rato, sin que mi papá se dé cuenta, salí por la ventana de mi casa y salté hacia el jardín. Caminé calle abajo, no encontraba la respuesta a tanto agobio en mi interior, como si algo en mí quisiera gritarme que algo pasó, algo hizo, incitó a todo esto, pero era incierto, porque no podía sacarlo de mi memoria, no podía recordar nada.
Seguía caminando sin rumbo, mis pies no se detenían, pero sentía que iban a estallar, el dolor ahora subió a mis rodillas y me detuve a descansar. Vi a mi alrededor y no reconocí nada, todo era desconocido, había caminado tanto que no debí haberme dado cuenta hacia donde fui, así que no podía encontrar el camino de regreso. Mi celular no tenía señal y habían muy pocas casas a mi alrededor, así que decidí esperar un poco a que mi celular reciba señal.
Pasaron varias horas y empezaba a oscurecer, el frío se hacía cada vez más penetrante y mis articulaciones se movían como si necesitaran aceite, no traía una chaqueta encima, así que empecé a tiritar de frío, me senté en una roca cerca a la acera.
-Maldita sea, grité, quería estar en casa, abrigada, pero, ahora estaba parada en la nada. De pronto el celular sonó, era Andrés:
-¿Hola? ¿Samantha?, dijo, mis ojos se llenaron de lágrimas.
-Andrés, no sé dónde estoy, no me siento segura aquí hace mucho frío, me perdí mientras caminaba tratando de tomar un poco de aire, le dije llorando inconsolablemente.
-Hay algún tipo de signo o señal de la que te puedas guiar o saber al menos dónde estás parada
-En un letrero dice Avenida 56
-Bien, no estás tan lejos de mi casa, mira, voy para allá, quédate dónde estás
-Por favor, hazlo rápido

Esperé sólo unos momentos, Andrés llegó bastante rápido en su auto, o quizá de su padre, salió y me entregó su chompa. Me pidió que entre al auto, nos quedamos ahí bastante tiempo, no arrancaba, puso su calefacción al máximo. 

viernes, 22 de agosto de 2014

Capítulo 5 | No es casualidad

Desperté un día muy seca la boca y me dolía mucho la cabeza, pero aun así, decidí no hacerles preocupar a mi mamá ni a mi papá y fui al colegio sin quejarme.

Salí del auto, pero un ligero mareo me perseguía. Respiré profundamente y entré a la casa antigua. Me senté en un sillón a descansar, me sentía mal y no quería causar angustias.

-¿Está todo bien?, preguntó una de las profesoras espirituales que teníamos.
-Sí, sólo algo abrumada, pero me va a pasar pronto.
-Si necesitas algo, puedes avisarme o puedes contarle tus problemas al señor, ya sabes que él ayuda y nunca te suelta.
-Lo sé, gracias, le respondí.

Me acosté en el sofá y respiré porque un ataque de ansiedad no sólo era provocado por algún susto o eso, si no también simplemente porque mi cerebro lo decidía. Pero era tan feos que no quería tenerlo. Alguien se paró junto a mí, era el chico que estaba en aquella sala muy inquieto y ansioso.

-Samantha ¿verdad?, preguntó
-Sí, le dije con una voz muy apagada, lo lamento yo no sé tu nombre
-Soy Nicholas, parece que estás un poco…
-Sí, estoy intentando y haciendo lo posible por controlar un ataque, ahora.
-Sabes… no hay control, no existe el control, así que no te pongas a tratar de evitarlo, deja de pensar en ello y te pasará.
-Creí que si pensaba en controlarlo podía hacerlo.
-No Samantha, vamos, párate y deja de pensar en eso.
Hice lo que me dijo y me acompañó a la clase.
-Bien, trata de olvidarlo y te va a pasar, me dijo y me dio un abrazo.
-Te lo agradezco, le respondí y entré. No podía olvidarlo pero me senté y traté de pensar en algo más. Alguien me dio un beso en la mejilla, nuevamente me quedé helada, por supuesto era Andrés.
-Buenos días Samantha, me dijo Andrés, sonreí.
-Hola, le dije decaída
Notó que me pasaba algo pero no preguntó y se sentó junto a mí. Mi corazón latía más y más fuerte. Estaba pálida, lo sabía por su expresión en la cara, aún no empezaba la clase así que me recosté en la mesa. Me tomó una mano y no la soltó.
-Estás helada niña, vamos a la enfermería
-Estoy bien Andrés, sólo debo olvidarlo y me pasará.

-Lo siento pero estás muy pálida, me dijo, en aquel momento, me desvanecía ante sus pies, sólo recuerdo que desesperadamente Andrés me cargó y quedé inconsciente como aquella vez. 

jueves, 14 de agosto de 2014

Capítulo 4 | No es Casualidad

Al llegar a casa, no pude almorzar, como a veces pasaba, porque simplemente mi apetito se cortaba, pero estaba bien porque, quizá, era por una buena razón. Me lancé en mi cama y suspiré.  No lo conocía mucho tiempo, pero me era tan difícil querer o simplemente creer que alguien es agradable, que haberlo conocido a él, podría ser una bendición de Dios y como habían dicho en la escuela. Que nada en este mundo era coincidencia, ni casualidad.

Mi madre entró preocupada y se sentó en el borde de la cama:

-De nuevo con problemas de apetito cariño, qué pasa, tuviste un día frustrante hija?, porque esta pérdida de apetito es común cuando estás muy nerviosa o enojada, me dijo, sonreí y la miré.

-Mamá, creo que se me ha ido porque estoy bien, creo, ya verás que se me pasará y podré comer, pero ahora no tengo ganas, le dije, se veía sorprendida.
-Enserio estás feliz, me alegra muchísimo hija, de verdad, me alegra mucho haberte llevado a esa escuela, sabía que ayudaría
-Sí, eso creo mamá, estoy muy agradecida por lo que haces por mí, sé que a veces no lo demuestro y soy muy pesimista, pero de verdad, muy en el fondo, te quiero y agradezco cada día por tener a padres tan maravillosos, como ustedes

De los bellos ojos de mi madre brotaron algunas lágrimas y me abrazó muy fuerte.
-También agradezco cada día, por tener una hija tan maravillosa como tú Samantha, eres una gran bendición, que día a día la veo crecer más y más, la veo más grande, más hermosa y cada vez más radiante, te quiero ver siempre hija mía, con esa sonrisa, porque verte sonreír me indica que lo estoy haciendo bien, la abracé muy fuerte y también lágrimas salieron de mis ojos.

-Siempre lo has hecho bien mamá, papá y tú siempre lo han hecho bien
-A veces creo que no lo hago, porque te veo tan triste, tan apagada, me duele mucho verte así, siento que a veces te sales de mis manos, no quiero que nunca mi pequeño tesoro se escape de mis manos, tal como jabón.
-Te prometo que así ya nunca lo será, lamento haber sido tan dura contigo, sabes que a veces también se me escapa de las manos.


Mi mamá dejó de hablar, se secó las lágrimas y se fue. Qué clase de persona era yo, hacía sentir mal a mi madre, la hacía sentir débil al portarme como me portaba y no intentar hacer algo al respecto, eso me frustraba más que cualquier cosa.

martes, 12 de agosto de 2014

Capítulo 3 | No es Casualidad

Después de una espera larga, nos dividieron en grupos de diez personas y de aquellas que estaban sentadas en la misma sala que yo, él único que estuvo en mi grupo fue el muchacho con la cicatriz. Entré a la habitación y me senté en la primera banca que encontré. El chico se sentó un par de bancas apartadas de mí, pero aun así, podía ver su cicatriz bastante marcada en la cara. Por un momento, se me vino a la cabeza que era una persona ruda, pero no lo pude mantener mucho tiempo, porque su expresión en la cara decía lo contrario.
         -Bueno chicos, bienvenidos una vez más a esta escuela, su nueva casa, quiero que sepan que aquí ustedes se sentirán cómodos y libres de poder expresar cualquier cosa que necesiten, libres de ser ustedes mismos, dijo la profesora, parecía una lunática, hablaba muy despacio, parecía que hablaba con gente idiota, con gente que no tenía mucho cerebro, era ridículo. Nos explicó muchísimas cosas acerca del control de nuestros sentimientos y de nuestras vidas, el espíritu y Dios, y como todo eso nos hará más felices si nos aferramos a algo más vivo y ese tipo de cosas.
         Teníamos un pequeño receso, así que salí de la casa al patio central, no había gente a mi alrededor así que me recosté en el césped y respiré un poco. Esto no me gustaba nada, pero no quería que mamá se decepcione de mi por no intentarlo. Estaba todo tan tranquilo que me desconecté del mundo por un momento, sólo oía los latidos de mi corazón y también mi respiración. Sentí que alguien se recostó cerca de mí, regresé a ver y lo primero que noté fueron sus grandes ojos color miel, sonrió de nuevo, aún no sabía cuál era su nombre o cómo era su voz.
-Bien, este era mi lugar para descansar y normalmente estar alejado de esas personas raras con las que tomamos clases, pero parece que esta vez me has ganado, me dijo mientras veía a las nubes. Suspiré y no dije nada.
-Parece que te comió la lengua el pato, indicó y no pude contener la risa.
-Es gato, no pato, bueno eso creo, le dije.
-Oh, es verdad, gracias por corregirme, ahora entiendo porque la gente a la que le digo eso se pone a reír, me has salvado la vida… este…. Cómo te llamas?, me preguntó.
-Soy Samantha, le respondí y me senté, mientras me recostaba a un árbol que estaba junto a nosotros.
-Mi hermana se llamaba igual que tú, que bonito es ese nombre, cuando ella nació, yo lo elegí, Samantha, yo soy Andrés, me explicó y me tendió su mano para que la tome, me dio un gran apretón y me la soltó enseguida.
-Mucho gusto, Andrés, me alegra que te guste mi nombre, le dije, pero estaba muy nerviosa, no había hablado con alguien que no conocía bien en muchísimo tiempo así que era bastante incómodo. Seguía viendo su cicatriz, tenía muchísima curiosidad, quería saber cómo se la hizo, porque, parecía un chico muy agradable para estar metido en problemas o peleando por ahí.
-Deja de mirarla y te diré por qué la tengo, me explicó cubriéndose la cicatriz.
-Perdóname yo…
-No te disculpes, me miró directamente a los ojos y continuó, mira no todos tienen los padres deseados o la vida que realmente uno quiere, y pues en mi caso, no es una vida de ensueño, mi mamá nos abandonó, a Samantha y a mí y nos dejó con mi padre que es un alcohólico, mi madre era una cobarde y no pensó en nosotros, no nos llevó con ella y desde hace dos años que no sé nada.
-Cuánto lo siento
-No debes, bueno, Samantha siempre fue mi primera prioridad y la protegía mucho, así que mi padre no podía hacerle nada, ni siquiera permitía que le hable, así que un día, estaba muy grosero con ella y pues lo empujé muy duro contra la pared, mi padre estaba ebrio y tenía una botella en su mano, la rompió y con la botella trizada me hizo un gran corte, pero no le hizo nada a mi hermana y por esa razón, esta cicatriz valió la pena, bueno hasta que…, bajó la cabeza y no siguió hablando más.
-De verdad, eres un héroe, tu hermana debe estar muy orgullosa de ti, puse mi mano en su hombro, llamaron a que volvamos a clases así que no pude seguir hablando con él, pero realmente era triste verlo así, mientras que yo no hacía mucho caso a mis padres y me molestaba su sobreprotección, sus padres ni siquiera estaban con él y mucho menos lo cuidaban. Me sentía como basura, eso era yo, una hija basura, que no sabía aprovechar lo que tenía.
Acabamos y salí a esperar a mi padre que debía estar por venir, cuando alguien puso su mano en mi hombro, era Andrés.
-Por lo de antes, quiero pedirte que no lo comentes a nadie, prefiero quedar como el chico rudo de la escuela, así nadie se me acerca, ¿está bien?, por el momento sólo quiero ser única y exclusivamente tu amigo, porque qué más voy a pedir, es genial hablar contigo
-Tienes mi palabra que no voy a contarlo, le dije. Me sonrió y se acercó a mi oído:
-Si te preguntan puedes decir que me encantan los gatos, eso es verdad y que uno, me aruñó muy fuerte en la cara, porque todos aquí saben que me gustan cuidarlos, algún día te llevo al refugio a donde voy, allí los ancianos no pueden cuidarlos, así que yo lo hago de vez en cuando.
-Hablas mucho, pero me encantaría.
-Lo sé y lo siento, no puedo contenerme cuando de verdad me agrada alguien, me dijo y se despidió con un beso en la mejilla, me quedé helada – Ten un buen día, nos vemos mañana.
-Hasta luego, le respondí, mientras suspiraba.
Andrés buscó su bicicleta y montó colina abajo, hasta que ya no pude divisarlo. En eso, llegó mi papá, entré al auto y abrí la ventana.
-¿Te gustan los gatos papá?, le pregunté
-No los odio, me respondió
-¿Podríamos adoptar uno?
-No creo que a tu madre le agrade querida, pero si a ti te gustaría tener uno, pues, estás en tu derecho de pedir… pero… ¿por qué tan de repente?

-No lo sé, la gente a veces cambia de opinión